La Encarnación es el misterio del Hijo de Dios hecho Hombre por amor a todos los hombres y mujeres del mundo, para salvarnos de ir al infierno. De las tres divinas Personas de la Santísima Trinidad, sólo se hizo hombre la Segunda, que es el Hijo, o sea Jesucristo.
La Encarnación de Jesús se realizó de la siguiente manera: El Espíritu Santo creó en las entrañas purísimas de la santísima Virgen María un cuerpo perfectísimo, el cuerpo del Hijo de Dios, el cual, como todos los hombres al ser concebidos, tenía el tamaño de una célula y era solo una célula. La diferencia con los demás hombres es que en la concepción del Hijo de Dios hecho hombre, no hubo intervención de varón, porque su concepción fue virginal. El Espíritu Santo creó también de la nada un alma humana, perfecta, y la unió a aquel cuerpo. En ese mismo instante, a este cuerpo y alma se unió el Hijo de Dios —y en esto consiste la «Encarnación», porque el Espíritu Puro que es el Hijo de Dios, se «encarna», es decir, se se hace «carne» para habitar entre nosotros—, y el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, comenzó a ser Hombre perfecto, Jesús de Nazareth. Por ese motivo, Jesús es llamado el «Hombre-Dios».
En Jesucristo hay dos naturalezas: una divina, porque es verdadero Dios, y otra humana, porque es verdadero hombre. En Él hay una sola Persona, que es divina, y es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
La Biblia nos enseña que el Arcángel San Gabriel se aparece a la santísima Virgen María en su casita de Nazareth, para anunciarle que Dios la ha elegido para ser Madre del Salvador; la saluda con estas palabras: «Dios te salve, María, llena eres de gracia…». La Virgen María respondió al ángel: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Y en ese mismo instante, el Verbo, la Palabra del Padre, fue llevada por el Espíritu Santo, el Amor de Dios, desde el seno del Padre, al seno de la Virgen, quien se convertía así en la Madre de Dios. Así se producía la «Encarnación» de Jesucristo, Dios hecho hombre, sin dejar de ser Dios.
Todos los monaguillos y monaguillas deben decirle a la Santísima Virgen María: «¡Virgen María, haz que sirvamos a tu Hijo Jesús en la Eucaristía con la gracia y el amor con que tú lo recibiste en tu Corazón!» y consagrar su ser y quehacer a la Santísima Virgen, en especial en este día con esta oración:
No resulta fácil, Santísima Virgen María
expresar todo lo que mi ser de monaguillo
siente en estos momentos.
Sabemos que tu Hijo Jesús, a quien servimos en el altar,
quiere encarnarse también en mi corazón
para que le ame y le haga amar de todos los que asisten a Misa.
Quisiera, Virgen María,
ofrecerte cada uno de los momentos
en que sirvo a tu Hijo Jesús en el altar
y en las demás acciones litúrgicas.
Te ofrezco, Virgen María,
unido a todos los monaguillos del mundo entero,
mi deseo de seguir adelante.
Te ofrezco, Virgen María,
mi promesa de no olvidar nunca a Jesús,
aún en los momentos en que no estoy en el Templo,
cuando estoy en casa con mi familia,
cuando voy a la escuela y cuando juego con mis amigos,
Te ofrezco, Virgen María,
la alegría que me ha dado
el saber que Jesús vino a este mundo
gracias a tu «Sí»
por la respuesta que diste al Arcángel Gabriel.
No me dejes de tu mano, Virgen María,
en mi servicio de monaguillo,
porque no que quiero apartar de Dios,
Tú llévame siempre a Él.
Cuando mi alma y mi corazón se enfríen,
acarícialos con tu mano de Madre
para que sean más cálidas y abrace a tu Hijo Jesús.
Recuérdame a cada momento,
que Él se encarnó para ser mi Amigo y hermano
y que, sin ti, Madre amada,
sería muy débil y menos fuerte mi fe.
Santísima Virgen María,
aquí te dejo todo lo que soy y todo lo que tengo.
Gracias por ayudarme a descubrir a Jesús
y a servirle como monaguillo.
Gracias por enseñarme a amar a Dios.
Gracias por estar junto a nosotros
en nuestro grupo de monaguillos.
Hoy, porque mi corazón está lleno de alegría
de paz, de amor y de Dios
te consagro mi vida y mi servicio en el altar
para que en, todos los años que viva en la tierra,
Dios me acompañe y me conceda servirle. Amén
P. Alfredo Delgado, M.C.I.U.
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