1. Eres mucho más que un ayudante
El sacerdote puede hacer todo lo que tú haces en la misa. Esto significa que tú estás haciendo en la liturgia algo que es más que útil. Lee los restantes nueve puntos para saber el qué.
2. Eres un testigo silencioso
En cuanto llegues a la parroquia, —de preferencia veinte minutos antes de que empiece la Misa—, ponte tu hábito de monaguillo y revisa si están listas todas las cosas que se utilizan para la Misa. Con ello estarás diciendo a todo el que ya está en el Templo: «Miren, es importante llegar temprano. Es importante preparar la Misa con respeto. Es importante hacerlo con tiempo y cuidadosamente». Recuerda, la gente está mirando todo lo que haces. Les encanta ver cómo lo haces, por lo que debes hacerlo con reverencia, respeto y mucho cuidado.
3. Las acciones hablan más alto que las palabras
Tienes que estar bien vestido para la misa. No hace falta que te pongas ropa elegante porque la sotana la cubrirá, pero lo que la gente vea debe estar bien. Ponte calzado negro y bien limpiecito. Nada sobre tu apariencia tiene que llamar la atención. Las monaguillas nada de retes largos o peinados estrafalarios, por favor… ¡esto último va también para los muchachos! ¿Y qué decir de las uñas de colores llamativos? ¿Y de los tatuajes salvajes o los piercings? Esto atrae la atención sobre uno mismo y no debe permitirse. Todo lo que hagan tiene que llevar la atención al altar, no a los monaguillos. Niñas, recójanse bien el pelo. Niños, péinense. Y por favor, límpiense bien su carita.
4. El lenguaje corporal habla en voz alta
Cuando te dispongas para la celebración de la Santa Misa o de la Hora Santa muévete a un ritmo normal, sin tanta lentitud pero sin correr. En la procesión, muévete, diríamos, con majestuosidad. Vivimos de manera muy rápida y para oír a Dios tenemos que estar en silencio y para ir al mismo paso que Dios tenemos que movernos más lentamente, pero no tanto que parezca que vas cansado. Dios pasea tranquilamente, se toma las cosas con calma y le gusta que vayas con una sonrisa. Está aquí para siempre, por lo que mantén una buena postura y muévete bien y con normalidad. No corras nunca. Lo creas o no, esto ayuda a la gente a entrar en la celebración con la mentalidad adecuada, de manera respetuosa.
5. La procesión es más que el hecho de entrar caminando en la iglesia
La procesión, en sí, es una antigua ceremonia religiosa. Al entrar en la iglesia estás guiando a todos a la presencia de Dios. Esto se remonta al Antiguo Testamento, cuando solían subir en procesión por la colina hasta Jerusalén y el Templo de Dios. La procesión eres tú guiando al pueblo de Dios a través de la tierra salvaje hasta la Tierra Prometida. La procesión es el triunfo real del rey entrando en la ciudad. Por lo tanto, la procesión tiene que hacerse majestuosamente, con solemnidad y dignidad. No corras con torpeza hasta tu sitio ni vayas a rastras.
¡Siente el orgullo de ser un monaguillo en el altar del rey! Cuando lleves la cruz procesional, llévala con solemnidad porque le estás diciendo a los fieles: «Miren, todos estamos llamados a coger nuestra cruz y seguir a Cristo. Este es nuestro estandarte para la batalla. ¡Este es nuestro signo de llamada!». Por lo tanto, lleva la cruz silenciosa y solemnemente como un soldado en un desfile.
6. Ser el que sujeta un cirio o un libro es más de lo que piensas
¿Te toca llevar alguno de los cirios? Estás diciendo: «Todos llevamos en nuestros corazones la luz de Cristo que hemos recibido en el Bautismo. Somos las luces en la oscuridad, las estrellas brillantes del universo». Los cirios acompañan a la cruz y al Evangelio porque el Evangelio y la cruz traen la luz al mundo. ¿Sujetas o llevas el Misal Romano? Hazlo con dignidad. También nos recuerdas que estamos llamados a llevar el amor de Dios a todo el mundo.
7. Los monaguillos son los ángeles ante el Trono
En el momento de la consagración deben arrodillarse con seriedad, para guiar a la gente en la oración de la consagración. En este momento los monaguillos representan a los ángeles de Dios que se inclinan ante el trono de Dios en adoración junto con la Santísima Virgen María, que está feliz de ver a cada uno de ustedes adorando a su Hijo Jesús.
Toquen la campanilla con cuidado y belleza, dos veces mientras se eleva, tanto la Hostia Santa como el Cáliz y una vez cuando se baja para colocarse en el altar (Así son tres veces que se toca). El modo como ustedes adoren en este momento al Señor, elevará los corazones y las mentes de toda la gente. Si son respetuosos, si están en silencio, todo ello con sinceridad, ayudarán a todos a entrar más profundamente en la belleza de lo sagrado.
8. Sirvan el altar con actos rituales
Hagan una reverencia ante el altar. Hagan una pequeña reverencia al sacerdote y al diácono después de que hayan cogido los elementos de la credencia y se hayan lavado las manos (No hagan reverencias de más que son innecesarias). Estos pequeños actos rituales ayudan a la gente a entrar en una actitud ritual. Lo ritual trasciende nuestras propias personalidades y nos hace más grandes que nuestras pequeñas vidas ordinarias.
Cuando sirven en el altar de una manera ritual están ayudando a elevar los corazones y las mentes de todos. Realicen las acciones con solemnidad y dignidad. Este lenguaje visual ayuda a elevar la mente de las personas a Dios. Tal vez ni siquiera se dan cuenta pero... ¿Es genial, verdad?
9. Siente orgullo por lo que haces
Sé fiel a tus tareas porque Dios te es fiel a ti. Presta atención a los detalles porque Dios está en los detalles. Convierte tus acciones en oraciones porque todo lleva a Dios si nosotros lo permitimos. Lo que estás haciendo es un servicio a Dios y abrirá tu corazón y te acercará a Él incluso cuando no te des cuenta de ello. Si te sientes orgulloso por servir bien en el altar, te sorprenderás al ver cómo esto empieza a afectar a toda tu vida. Pronto te sentirás orgulloso de tu aspecto, de tu trabajo en el colegio, tu deporte y tus amigos.
10. Eres muy necesario
¿Entendiste que no eras necesario? Lo que quería decir es que eres «más» que necesario: eres vital porque estás realizando no sólo un papel funcional, sino un papel simbólico, y el simbolismo es el lenguaje de la adoración. Tus acciones en la misa son mucho más simbólicas de lo que tú piensas y el modo como sirvas en la misa acercará a la gente a Dios.
Eres más que necesario porque la belleza es más que necesaria y lo que estás haciendo es bello. Hay demasiada poca belleza en nuestro mundo brutal, y al dedicar tu tiempo a hacer algo bello por Dios está haciendo del mundo un lugar mejor. ¡No te avergüences de esto y no subestimes tu importancia!
*Adaptado del blog StandingOnMyHead del padre Dwight Longenecker, capellán de un colegio en Estados Unidos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario