viernes, 24 de marzo de 2017

La «Encarnación» y tu consagración a María como monaguillo...

La Encarnación es el misterio del Hijo de Dios hecho Hombre por amor a todos los hombres y mujeres del mundo, para salvarnos de ir al infierno. De las tres divinas Personas de la Santísima Trinidad, sólo se hizo hombre la Segunda, que es el Hijo, o sea Jesucristo.

La Encarnación de Jesús se realizó de la siguiente manera: El Espíritu Santo creó en las entrañas purísimas de la santísima Virgen María un cuerpo perfectísimo, el cuerpo del Hijo de Dios, el cual, como todos los hombres al ser concebidos, tenía el tamaño de una célula y era solo una célula. La diferencia con los demás hombres es que en la concepción del Hijo de Dios hecho hombre, no hubo intervención de varón, porque su concepción fue virginal. El Espíritu Santo creó también de la nada un alma humana, perfecta, y la unió a aquel cuerpo. En ese mismo instante, a este cuerpo y alma se unió el Hijo de Dios —y en esto consiste la «Encarnación», porque el Espíritu Puro que es el Hijo de Dios, se «encarna», es decir, se se hace «carne» para habitar entre nosotros—, y el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, comenzó a ser Hombre perfecto, Jesús de Nazareth. Por ese motivo, Jesús es llamado el «Hombre-Dios».

En Jesucristo hay dos naturalezas: una divina, porque es verdadero Dios, y otra humana, porque es verdadero hombre. En Él hay una sola Persona, que es divina, y es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
        
La Biblia nos enseña que el Arcángel San Gabriel se aparece a la santísima Virgen María en su casita de Nazareth, para anunciarle que Dios la ha elegido para ser Madre del Salvador; la saluda con estas palabras: «Dios te salve, María, llena eres de gracia…». La Virgen María respondió al ángel: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Y en ese mismo instante, el Verbo, la Palabra del Padre, fue llevada por el Espíritu Santo, el Amor de Dios, desde el seno del Padre, al seno de la Virgen, quien se convertía así en la Madre de Dios. Así se producía la «Encarnación» de Jesucristo, Dios hecho hombre, sin dejar de ser Dios.

Todos los monaguillos y monaguillas deben decirle a la Santísima Virgen María: «¡Virgen María, haz que sirvamos a tu Hijo Jesús en la Eucaristía con la gracia y el amor con que tú lo recibiste en tu Corazón!» y consagrar su ser y quehacer a la Santísima Virgen, en especial en este día con esta oración:

No resulta fácil, Santísima Virgen María 
expresar todo lo que mi ser de monaguillo
siente en estos momentos.
Sabemos que tu Hijo Jesús, a quien servimos en el altar,
quiere encarnarse también en mi corazón
para que le ame y le haga amar de todos los que asisten a Misa.

Quisiera, Virgen María,
ofrecerte cada uno de los momentos
en que sirvo a tu Hijo Jesús en el altar
y en las demás acciones litúrgicas.

Te ofrezco, Virgen María, 
unido a todos los monaguillos del mundo entero,
mi deseo de seguir adelante.
Te ofrezco, Virgen María, 
mi promesa de no olvidar nunca a Jesús,
aún en los momentos en que no estoy en el Templo,
cuando estoy en casa con mi familia,
cuando voy a la escuela y cuando juego con mis amigos,
Te ofrezco, Virgen María, 
la alegría que me ha dado
el saber que Jesús vino a este mundo
gracias a tu «Sí»
por la respuesta que diste al Arcángel Gabriel.

No me dejes de tu mano, Virgen María,
en mi servicio de monaguillo,
porque no que quiero apartar de Dios, 
Tú llévame siempre a Él.
Cuando mi alma y mi corazón se enfríen,  
acarícialos con tu mano de Madre 
para que sean más cálidas y abrace a tu Hijo Jesús.
Recuérdame a cada momento,
que Él se encarnó para ser mi Amigo y hermano
y que, sin ti, Madre amada, 
sería muy débil y menos fuerte mi fe.

Santísima Virgen María,
aquí te dejo todo lo que soy y todo lo que tengo.
Gracias por ayudarme a descubrir a Jesús
y a servirle como monaguillo.
Gracias por enseñarme a amar a Dios.
Gracias por estar junto a nosotros
en nuestro grupo de monaguillos.
Hoy, porque mi corazón está lleno de alegría
de paz, de amor y de Dios
te consagro mi vida y mi servicio en el altar
para que en, todos los años que viva en la tierra,
Dios me acompañe y me conceda servirle. Amén


P. Alfredo Delgado, M.C.I.U.

viernes, 17 de marzo de 2017

Oración del monaguillo...


Señor,
Te doy mi vida entera.
Ayúdame a servir.
Enséñame a ser fiel y constante.
Haz que irradie tu amor
a los que me rodean.
Que pueda ser testigo de tu mensaje
en todas partes.
Si no, todo lo que hago ahora
será sólo apariencia e hipocresía.
Que pueda servirte con dignidad en el Altar
y ponga en el servicio a Ti y a los demás
todo mi corazón.
Virgen María,
enséñame a amar y servir a Jesucristo
como tú lo hiciste
y como lo hacen contigo
los ángeles en el Cielo.

Amén

La alegría de ser monaguillo...


Ser monaguillo un regalo maravilloso de Dios. El formar parte del grupo de monaguillos (hombres y mujeres) es un regalo que Dios te ha dado. Entre muchos, Él se fijó en ti y te dijo: ¡Ven, acompáñame, ven a servir en mi altar, vive conmigo la Misa como esencia de tu vida cristiana, ama a tu familia... ven y sígueme! 

Ser monaguillo es amar y vivir lo que el Señor nos ha dado y que reconocemos y valoramos a través de la liturgia de la Iglesia. Ser monaguillo es adorar a Jesús Eucaristía, en donde Cristo encierra todo su amor a la humanidad. Ser monaguillo es vivir feliz de ser amigo de Jesús,  porque en el ejercicio de esta bella labor en la que hay espiritualidad y vida mezcladas se crea un espacio muy especial de amistad con el Señor.

Al haber sido llamado, el monaguillo y/o la monaguilla, deben proponerse una meta: No abandonar a Jesús fácilmente y hacer siempre el esfuerzo por continuar ejerciendo este ministerio por lo menos hasta el final de la secundaria, llevando en el alma y en el corazón la etapa del servicio al altar como una experiencia vivida cada día que se participa y orando cada día aunque no puedas o no te puedan llevar al Templo a diario.

Recuerda que si quisiste responder a la invitación que Cristo te hizo, debes amar tu labor, aprender a amar a Dios y valorar hasta tal punto tu vida como discípulo y misionero de Cristo, que tu primera conclusión deba ser: «Jesús, que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero».

Cuando te vayas convenciendo más y más de que sirves a Dios, no podrás desconocer su constante presencia en tu vida. Él es el Amigo que nunca falla y que nunca nos abandona. Saber que Él está contigo en tu camino, te debe animar siempre a agradar al Señor con un comportamiento de alegría y sencillez que te distinga de los que no son amigos de Cristo pero que no te haga sentir más que ellos, sino un discípulo muy amigo de Jesús que quiere, como misionero, hacerle muchos amigos. Por esto, debes hacerte el propósito de componer una frase que repitas mentalmente cada vez que puedas, sin descuidar las cosas que debes hacer cada día, una frase dirigida a Jesús con la que ores mientras la repites y la vivas en tu corazón, como por ejemplo: «Jesús, que todos te conozcan y te amen», «Jesús, quiero agradarte siempre», «Jesús Amigo mío, acompáñame siempre». Puedes repetir también una frase sencilla a la Virgen María como: «¡Vamos María!», «María, tú eres mi Madre», «Madre mía, no me dejes» y claro está... ¡Tú puedes componer tus propias frases para orar!

Como monaguillo, debes esforzarte también en ser un buen estudiante, muy responsable y deseosos de aprender cosas nuevas que te ayuden a crecer como persona y como católico. Debes amar mucho a los adultos que te acompañan y cuidan de tu crecimiento físico y espiritual (papás, abuelos, tutores, padrinos, maestros, etc.) y debes ser muy buen amigo y muy buen compañero, porque eres un amigo de Jesús y por eso debes hacer todo bien y con cariño para entregárselo a Él.

Cada día, al despertar, agradece a Dios por la feliz oportunidad que te da de vestir un hábito de monaguillo y desempeñar una misión especial en la Iglesia junto al altar; porque es el punto de partida para tu estilo de vida, ser monaguillo o monaguilla de Jesús Eucaristía, es un servicio que se debe construir a diario, una manera de ser, y no solo ser monaguillo en las Eucaristías sino fuera de ellas, por ello debes comportarte como tal: tu regla única, debe ser agradar a Dios bajo el cuidado maternal de la Virgen María.

Actividad:

Después de leer este tema, elabora un escrito donde narres la experiencia vivida en el grupo de los monaguillos respondiendo las siguientes preguntas:

1)   ¿Como ingresaste al grupo de los monaguillos de la parroquia de Fátima?

2)   ¿Que te animó a ingresar a este grupo?

3)   ¿Quién o quienes te animaron a ingresar al grupo? 

4)   ¿Quiénes te ayudan más a realizar tu función de monaguillo?

5)   ¿Quién fue la primera persona en saber que querías ser monaguillo?

6)   ¿Qué te dijeron cuando expresaste tu deseo?

7)   ¿Qué es lo mejor que te ha pasado como monaguillo?

8)   ¿Cómo animarías a algunos de tus amigos a ser monaguillos?

9)   ¿Cuál es tu frase que elegiste para orar con Jesús?

10) ¿Qué frase elegiste para María?

Para finalizar escribe una oración a nuestro Amigo Jesús Eucaristía, dándole las gracias por permitirte estar prestando este servicio en el altar y colorea el dibujo.

Padre Alfredo.

viernes, 10 de marzo de 2017

Diez cosas que como monaguillo debes recordar*...


1. Eres mucho más que un ayudante

El sacerdote puede hacer todo lo que tú haces en la misa. Esto significa que tú estás haciendo en la liturgia algo que es más que útil. Lee los restantes nueve puntos para saber el qué.

2. Eres un testigo silencioso

En cuanto llegues a la parroquia, —de preferencia veinte minutos antes de que empiece la Misa—, ponte tu hábito de monaguillo y revisa si están listas todas las cosas que se utilizan para la Misa. Con ello estarás diciendo a todo el que ya está en el Templo: «Miren, es importante llegar temprano. Es importante preparar la Misa con respeto. Es importante hacerlo con tiempo y cuidadosamente». Recuerda, la gente está mirando todo lo que haces. Les encanta ver cómo lo haces, por lo que debes hacerlo con reverencia, respeto y mucho cuidado.

3. Las acciones hablan más alto que las palabras

Tienes que estar bien vestido para la misa. No hace falta que te pongas ropa elegante porque la sotana la cubrirá, pero lo que la gente vea debe estar bien. Ponte calzado negro y bien limpiecito. Nada sobre tu apariencia tiene que llamar la atención. Las monaguillas nada de retes largos o peinados estrafalarios, por favor… ¡esto último va también para los muchachos! ¿Y qué decir de las uñas de colores llamativos? ¿Y de los tatuajes salvajes o los piercings? Esto atrae la atención sobre uno mismo y no debe permitirse. Todo lo que hagan tiene que llevar la atención al altar, no a los monaguillos. Niñas, recójanse bien el pelo. Niños, péinense. Y por favor, límpiense bien su carita.

4. El lenguaje corporal habla en voz alta

Cuando te dispongas para la celebración de la Santa Misa o de la Hora Santa muévete a un ritmo normal, sin tanta lentitud pero sin correr. En la procesión, muévete, diríamos, con majestuosidad. Vivimos de manera muy rápida y para oír a Dios tenemos que estar en silencio y para ir al mismo paso que Dios tenemos que movernos más lentamente, pero no tanto que parezca que vas cansado. Dios pasea tranquilamente, se toma las cosas con calma y le gusta que vayas con una sonrisa. Está aquí para siempre, por lo que mantén una buena postura y muévete bien y con normalidad. No corras nunca. Lo creas o no, esto ayuda a la gente a entrar en la celebración con la mentalidad adecuada, de manera respetuosa.

5. La procesión es más que el hecho de entrar caminando en la iglesia

La procesión, en sí, es una antigua ceremonia religiosa. Al entrar en la iglesia estás guiando a todos a la presencia de Dios. Esto se remonta al Antiguo Testamento, cuando solían subir en procesión por la colina hasta Jerusalén y el Templo de Dios. La procesión eres tú guiando al pueblo de Dios a través de la tierra salvaje hasta la Tierra Prometida. La procesión es el triunfo real del rey entrando en la ciudad. Por lo tanto, la procesión tiene que hacerse majestuosamente, con solemnidad y dignidad. No corras con torpeza hasta tu sitio ni vayas a rastras.

¡Siente el orgullo de ser un monaguillo en el altar del rey! Cuando lleves la cruz procesional, llévala con solemnidad porque le estás diciendo a los fieles: «Miren, todos estamos llamados a coger nuestra cruz y seguir a Cristo. Este es nuestro estandarte para la batalla. ¡Este es nuestro signo de llamada!». Por lo tanto, lleva la cruz silenciosa y solemnemente como un soldado en un desfile.

6. Ser el que sujeta un cirio o un libro es más de lo que piensas

¿Te toca llevar alguno de los cirios? Estás diciendo: «Todos llevamos en nuestros corazones la luz de Cristo que hemos recibido en el Bautismo. Somos las luces en la oscuridad, las estrellas brillantes del universo». Los cirios acompañan a la cruz y al Evangelio porque el Evangelio y la cruz traen la luz al mundo. ¿Sujetas o llevas el Misal Romano? Hazlo con dignidad. También nos recuerdas que estamos llamados a llevar el amor de Dios a todo el mundo.

7. Los monaguillos son los ángeles ante el Trono

En el momento de la consagración deben arrodillarse con seriedad, para guiar a la gente en la oración de la consagración. En este momento los monaguillos representan a los ángeles de Dios que se inclinan ante el trono de Dios en adoración junto con la Santísima Virgen María, que está feliz de ver a cada uno de ustedes adorando a su Hijo Jesús.

Toquen la campanilla con cuidado y belleza, dos veces mientras se eleva, tanto la Hostia Santa como el Cáliz y una vez cuando se baja para colocarse en el altar (Así son tres veces que se toca). El modo como ustedes adoren en este momento al Señor, elevará los corazones y las mentes de toda la gente. Si son respetuosos, si están en silencio, todo ello con sinceridad, ayudarán a todos a entrar más profundamente en la belleza de lo sagrado.

8. Sirvan el altar con actos rituales

Hagan una reverencia ante el altar. Hagan una pequeña reverencia al sacerdote y al diácono después de que hayan cogido los elementos de la credencia y se hayan lavado las manos (No hagan reverencias de más que son innecesarias). Estos pequeños actos rituales ayudan a la gente a entrar en una actitud ritual. Lo ritual trasciende nuestras propias personalidades y nos hace más grandes que nuestras pequeñas vidas ordinarias.

Cuando sirven en el altar de una manera ritual están ayudando a elevar los corazones y las mentes de todos. Realicen las acciones con solemnidad y dignidad. Este lenguaje visual ayuda a elevar la mente de las personas a Dios. Tal vez ni siquiera se dan cuenta pero... ¿Es genial, verdad?

9. Siente orgullo por lo que haces

Sé fiel a tus tareas porque Dios te es fiel a ti. Presta atención a los detalles porque Dios está en los detalles. Convierte tus acciones en oraciones porque todo lleva a Dios si nosotros lo permitimos. Lo que estás haciendo es un servicio a Dios y abrirá tu corazón y te acercará a Él incluso cuando no te des cuenta de ello. Si te sientes orgulloso por servir bien en el altar, te sorprenderás al ver cómo esto empieza a afectar a toda tu vida. Pronto te sentirás orgulloso de tu aspecto, de tu trabajo en el colegio, tu deporte y tus amigos.

10. Eres muy necesario

¿Entendiste que no eras necesario? Lo que quería decir es que eres «más» que necesario: eres vital porque estás realizando no sólo un papel funcional, sino un papel simbólico, y el simbolismo es el lenguaje de la adoración. Tus acciones en la misa son mucho más simbólicas de lo que tú piensas y el modo como sirvas en la misa acercará a la gente a Dios.

Eres más que necesario porque la belleza es más que necesaria y lo que estás haciendo es bello. Hay demasiada poca belleza en nuestro mundo brutal, y al dedicar tu tiempo a hacer algo bello por Dios está haciendo del mundo un lugar mejor. ¡No te avergüences de esto y no subestimes tu importancia!


*Adaptado del blog StandingOnMyHead del padre Dwight Longenecker, capellán de un colegio en Estados Unidos. 

¡Bienvenidos!

Querido monaguillo:

Te saludo muy cordialmente en este año en que celebramos el centenario de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima y me alegro de que estés contentos de pertenecer a nuestro grupo de «Monaguillos de Fátima» ejerciendo este servicio santo que es un gran honor.

Tu hábito de monaguillo es una vestimenta particular que los distingue de los demás niños y adolescentes que asisten a las celebraciones de nuestra parroquia. Esta vestimenta, debe recordarte la ropa especial que te impusieron tus papás y padrinos el día que te trajeron al Templo a bautizar. 

¿Sabes la fecha de tu bautizo? ¿Te acuerdas quiénes son tus padrinos? ¿Sabes en que Templo te bautizaron? Sería interesante que imprimieras esta fotografía que viene a continuación y que en esas líneas apuntarás estos datos para que siempre los recordaras.


Antes de que llevaras este traje de monaguillo, fuiste revestido del traje bautismal, una vestidura blanca que con este sacramento marcó el punto de partida de tu «auténtico ministerio litúrgico» que ahora, de una manera especial, te coloca al lado de nuestro párroco y de los demás sacerdotes que celebramos la Misa en esta parroquia y, ocasionalmente, al lado de los obispos y demás sacerdotes que nos visitan.

No debes olvidar nunca que, como monaguillo o monaguilla, ocupas un lugar muy especial en las celebraciones litúrgicas de nuestra comunidad experimentando muy de cerca, en cada acción litúrgica, que Jesucristo, nuestro hermano y amigo, está siempre presente en la palabra de la Sagrada Escritura que debes escuchar siempre con mucha atención y sobre todo en la sagrada Eucaristía, bajo las especies del pan y del vino. 

Te debe quedar muy claro que en la liturgia eres mucho más que simple ayudante del sacerdote que preside la celebración. ¡Eres servidor o servidora de Cristo Jesús, el sumo y eterno sacerdote! Si te esfuerzas por vivir cada celebración así, con sencillez y entrega, descubrirás que has encontrado en Cristo a un verdadero amigo para toda la vida.

Pero hay algo más. Tu servicio de amor a Jesús no puede limitarse al interior de nuestra parroquia de Fátima. Debe irradiarse en la vida ordinaria: en tu casa con tu familia, en la escuela o colegio con los maestros y compañeros, con tus amigos en los tiempos de recreación, en fin, en todas partes en donde estés, dado que quien quiere servir a Jesucristo en el interior de nuestro templo parroquial, debe ser su testigo en todas partes.

En esta página encontrarás temas de formación litúrgica, juegos, reflexiones y otras cosas que, junto con tu familia, te ayudarán a crecer en tu amor a Jesús y a nuestra comunidad parroquial.

Jesús Amigo te ha llamado y quiere sentir necesidad de ti... ¡No lo defraudes! Respóndele y cumple de todo corazón tu compromiso de la mano de la Virgen de Fátima, imitando a los beatos Francisco y Jacinta y a Lucía, los videntes de Fátima diciendo: ¡Jesús, que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero!

P. Alfredo Delgado.